Programa Terapéutico DBT/TDC

La intervención terapéutica que ofrecemos es personalizada y ajustada a las necesidades del caso. Nuestro marco de actuación general es la Terapia Dialéctica Conductual (TDC) que la Dra. M. Linehan desarrolló en EEUU en la década de los 90 y cuyas bases aparecen publicadas en el manual: “Cognitive-Behavioral Treatment of Borderline Personality Disorder”. M. Linehan. 1993. Guilford Press. Este modelo se está aplicando con buenos resultados empíricos y se considera el tratamiento de elección cuando la persona con TLP está fuertemente desregulada. Es decir, cuando necesita aprender habilidades básicas para mantener una cierta estabilidad y no actuar de forma autodestructiva.

Adaptaciones del mismo programa también son efectivas para otros trastornos de la personalidad. Hemos conseguido, mediante la especialización, una alta tasa de adherencia y una mejora importante en pacientes que asisten regularmente y hacen un buen cumplimiento durante el primer año.

Ventajas del programa DBT/TDC:

•    Es uno de los modelos de intervención específicos para el trastorno límite que hasta ahora ha demostrado mediante estudios comparativos ser efectivo.
•    Es un programa muy estructurado.
•    Su duración es corta en comparación con otros modelos de intervención para TP.
•    Mejora la adherencia del paciente al tratamiento y disminuye el riesgo de abandono, que en otros enfoques terapéuticos suele ser frecuente.
•    Empieza trabajando aquellos aspectos del presente que ayudan al paciente a disminuir su malestar actual, antes de profundizar en sus traumas.
•    Disminuye las visitas a urgencias y los ingresos hospitalarios.
•    Disminuye las conductas autodestructivas y los intentos de suicidio.
•    Mejora la calidad de vida al ofrecer un entrenamiento en nuevas habilidades para aplicar en el día a día.
•    Contempla el trabajo en equipo,  supervisión y formación continua del terapeuta para mantener su motivación y evitar el “born-out”.

Aspectos diferenciales de la terapia  DBT/TDC en relación con otros enfoques terapéuticos:

•    Dialéctica entre aceptación y cambio:
El tratamiento que la Dra. Linehan ha desarrollado combina la técnica del cambio derivada de la terapia cognitivo-conductual con la aceptación radical que proviene tanto de prácticas orientales zen como de la espiritualidad contemplativa occidental. Los tratamientos conductuales ponen el énfasis en el “si quieres puedes” y la motivación y pueden ser muy invalidadores, al no contemplar las dificultades reales que presentan muchos pacientes. A su vez, los tratamientos basados en la aceptación no ayudan a la gente a cambiar. La TDC es una integración de estos dos grandes enfoques. En la propia terapia, el terapeuta busca constantemente el equilibrio entre validar al paciente y a la vez prestar atención a su capacidad de cambio. Es fundamental buscar la dialéctica a través de analizar los opuestos y encontrar una síntesis. Así mismo, se potencia que el paciente abandone su pensamiento dicotómico y vaya siendo cada vez más flexible y adaptable a una realidad que no es blanco o negro, si no mucho más compleja.

•    Validación:
La Terapia Dialéctica Conductual se desarrolla a partir de la Teoría Biosocial (M. Linehan), que postula que el Trastorno límite de la personalidad consiste en una disfunción del sistema de regulación emocional que tiene, por un lado, causas biológicas y por otro, se ve influida por  factores ambientales. Los aspectos biológicos tienen que ver con una vulnerabilidad inicial, por la cual el sujeto es muy sensible a los estímulos emocionales y presenta déficits para regularse. Pero en el desarrollo del trastorno, es fundamental que esta vulnerabilidad se vea potenciada por un “entorno invalidante”, que es aquel que niega o no responde adecuadamente a las necesidades emocionales del sujeto. El resultado de esta invalidación es la exacerbación de la vulnerabilidad, y por tanto, la aparición del trastorno. En TLP TRACTAMENTS no solamente somos validadores con el paciente, si no que buscamos que sea él mismo capaz de autovalidarse y a la vez enseñamos a su entorno a validar. Este aprendizaje vemos que es útil no solamente para mejorar la comunicación y afrontar mejor el trastorno, si no como habilidad de crecimiento y autoregulación personal aplicable a  muchos otros aspectos y relaciones de la vida cotidiana.

•    Mindfulness:
Nuestro equipo considera fundamental potenciar el entrenamiento en mindfulness o atención plena, para lo cual se trabaja tanto en las sesiones de terapia individual como en las grupales. El mindfulness incluye la práctica de la atención plena y el desarrollo de la capacidad de aceptación radical, y es una parte muy importante del  enfoque terapéutico de la TDC. La aceptación proviene primordialmente de las prácticas espirituales y contemplativas del Zen y también de la validación de los pacientes. La finalidad del tratamiento mediante la aceptación implica a las dos partes; es una aceptación radical por parte del terapeuta del paciente tal y como se encuentra en ese momento y a su vez busca enseñarle al paciente la misma técnica para que él mismo también se acepte radicalmente.

Fases de la terapia:

En la TDC el tratamiento se estructura desde el presente, atendiendo de forma prioritaria los aspectos de la vida cotidiana más desestructurados y autodestructivos. El objetivo primordial es mantener al paciente con vida cuando existe riesgo de suicidio o se autolesiona y ayudarle a tolerar las crisis, para lograr una cierta estabilidad en su vida diaria. Con posterioridad, cuando haya logrado estabilizarse, se trabajaran los otros aspectos de su trastorno.

Pre-tratamiento: orientación y compromiso.

En la TDC la relación terapéutica no se establece de forma que el terapeuta es un experto frente a su paciente. Se busca establecer un trabajo en equipo con el máximo consenso y por ello las primeras visitas son una oportunidad para conocerse, exponer las bases del tratamiento y lograr un compromiso sobre la forma de trabajar y los objetivos terapéuticos. Se hace una valoración global de la situación vital del paciente, de sus expectativas y de los cambios que persigue. Son importantes tanto sus conductas como sus vivencias, y se pone el énfasis en ayudarle a vivir una vida que merezca la pena ser vivida, dando mucha importancia al entrenamiento y aprendizaje de habilidades prácticas.

Estadio 1: aprendizaje de capacidades básicas.

Una vez logrado el compromiso inicial, empieza propiamente la terapia. Esta primera etapa suele tener una duración aproximada de un año y en ella se busca que la persona pueda llevar una vida razonablemente estable. Se trabajan las conductas autodestructivas de forma prioritaria, así como los aspectos que puedan disminuir su calidad de vida, como abusar de ciertas sustancias, llevar una vida caótica, no cuidar la alimentación o el sueño, presentar conductas muy disfuncionales, no cuidar su salud, etc. En este estadio es imprescindible el aprendizaje de habilidades mediante el entrenamiento en la terapia de grupo. También en este estadio es importante prestar atención a las conductas que interfieren en la terapia (tanto por parte del paciente como del terapeuta), y que si no se abordan directamente pueden conllevar abandonos prematuros por parte del paciente o que el terapeuta “se queme” o no sea eficaz en su intervención. Por ejemplo, llegar tarde, no asistir a las visitas o transgredir los límites personales, o por parte del terapeuta causarle ansiedad innecesaria, tratarle como si fuera más frágil o moverle excesivamente hacia el cambio.

Estadio 2: reducción de la angustia postraumática.

En este segundo estadio, el paciente ya ha logrado una cierta estabilidad en su vida cotidiana y ha aprendido habilidades para regular sus emociones y sobrevivir a las crisis. Por tanto, se considera que puede estar en condiciones de abordar con más probabilidades de no descompensarse los aspectos traumáticos de su vida. El objetivo de este trabajo es lograr reducir su tendencia a la estigmatización y autoinculpación, y así superar el trauma.

Estadio 3: resolver problemas de la vida e incrementar el autorrespeto.

En esta fase más avanzada de la terapia, buena parte de los objetivos terapéuticos pactados se han logrado. El objetivo se dirige ahora a reforzar la confianza en sí mismo y la autoestima, buscando que cada vez ésta sea más independiente de las valoraciones externas. Se trabajan la identidad personal, los proyectos vitales y la autonomía.

Estadio 4: lograr la capacidad de sostener la alegría.

Esta última etapa busca lograr un grado de autoconocimiento y aumentar la conciencia vital de tipo espiritual. En este estadio el paciente puede escoger profundizar y seguir con un trabajo personal, aunque hace ya tiempo que se ha estabilizado y lleva una vida normal.
No todas las personas que inician el tratamiento van a pasar por todos los estadios, esta opción, aunque deseable, dependerá de cada uno y de su voluntad de autoconocimiento. Sin embargo, como mínimo es necesario lograr una estabilidad y disponer de habilidades para regularse emocionalmente, es decir, superar el primer estadio de la terapia. La duración de esta primera fase puede ser variable, de entre 1 y 3 años.