El autoabandono es una actitud hacia uno mismo que se da en un buen número de trastornos mentales y, por supuesto, también en el TLP.
¿Qué es exactamente el autoabandono? Se puede definir como el conjunto de acciones y pensamientos que expresan ausencia o deficiente cuidado de las necesidades de la propia persona. Una de las formas del autoabandono tiene que ver con las emociones. Estas colorean lo que hacemos y nos informan de cómo nos afectan las cosas. Por ejemplo, si siento alegría cuando escucho música se que la música me hace sentir bien y la puedo utilizar para otras ocasiones. Pero hay ocasiones en que nuestras emociones nos asustan y a la persona le cuesta atenderlas (conocerlas, nombrarlas, entenderlas, dotarlas de sentido) o bien se las atiende de una forma parcial y sesgada, dando lugar a acciones impulsivas en algunas ocasiones y poco efectivas en la mayoría de los casos.
Efectivamente el autoabandono tiene que ver con dificultades de regulación emocional y por eso las personas con TLP tienden a sufrirlo mucho más. La persona con TLP no ha aprendido cómo gestionar sus necesidades y sus emociones y se autoabandona de diferentes maneras. Por ejemplo, de forma muy grave cuando se autolesiona, pero también cuando consume alcohol o porros, se mete en la cama o se pasa el día metido en su habitación, tiene un ataque de ira, deja de contestar un mensaje o continua una relación de pareja tóxica.
¿Por qué se da este autoabandono en el TLP? Lo que muestran las investigaciones sobre la etiología del TLP, es que la persona no ha aprendido a gestionar sus emociones como resultado de la interacción entre variables hereditarias y ambientales.
El entorno en que crece una criatura es el responsable de darle sentido a lo que siente o le pasa y, por ende, se convierte en el modelo principal de regulación de las emociones. Es decir lo que el niño vive, el niño lo replica. El aprendizaje de esta regulación está mediatizado “tanto por lo que pasa y no debía pasar como por lo que no pasa y si debería pasar”. Nos explicamos un poquito mejor: por ejemplo, el abuso sexual o el maltrato en cualquiera de sus formas es algo que claramente no debería suceder. Sin embargo, unos padres sobreprotectores, un estilo parental rígido o demasiado laissez faire -en el marco de queremos a nuestro hijo y lo cuidamos- puede ser igual de desafortunado. En ambos casos, por omisión o por acción, el niño no se siente cuidado y acompañado y, lo que es peor, llega a interiorizar que no se lo merece.
En general estamos hablando de una crianza invalidante que unida a unas variables genéticas dificulta el aprendizaje de la autorregulación. En situaciones críticas la persona actuará consigo misma cómo ha aprendido y entrará en el autoabandono.
¿Cómo se reduce el autoabandono? Una de las maneras es trabajando el autocuidado. Este es un concepto que tiene diferentes significados. Desde una perspectiva muy amplia hace referencia a las acciones y actitudes que mejoran o mantienen el bienestar de la persona. Normalmente es un comportamiento aprendido de las personas que nos cuidaron mostrándonos cariño y respeto. Para ser más concretos, autocuidado es, por ejemplo, hacer ejercicio, dormir las horas necesarias, evitar los alimentos que te hacen daño… Pero también es saber cuando y cómo pedir ayuda, no juzgarte y culparte, saber decir no, pararte a pensar porqué el último enfado y ser tan compasivos con nosotros mismos como lo somos con los amigos.
No lo olvides: NO PODEMOS ESTAR BIEN SI NOS TRATAMOS MAL
¿Y tú, cómo te autoabandonas? Y, más importante aún, ¿Cuales son tus rutinas de autocuidado?
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