La OMS lo define en base a la medición del coeficiente intelectual CI: Cuando el coeficiente intelectual CI (que mide el desfase entre la edad cronológica y la intelectual) se sitúa entre 70 y 85 puntos, es decir, justo por debajo de lo que se considera normal (la media de la población entre 85 y 125 puntos) pero tampoco englobado dentro del retraso mental.
En el DSM 5 no aparece como un trastorno, sino como “un problema objeto de atención clínica” codificable en EJE II: V62.89 y en el ICD-10 no cuenta con código propio.
Si nos basamos en otras definiciones, como la de la Asociación Americana de Retraso Mental, que considera otros aspectos además del CI, como son las habilidades (vida en el hogar, tiempo libre, utilización de la comunidad…), vemos que la definición ya no es tan sencilla, y que los instrumentos de trabajo y valoración empiezan a ajustarse a la realidad del colectivo de personas con inteligencia límite, y a contemplar aspectos de adaptación, factores sociales, de aprendizaje…
¿Porqué nos interesa poner el foco en esta condición que tienen muchas personas y qué relación puede tener con los trastornos de personalidad y en concreto con el TLP?
La motivación que nos lleva a ocuparnos de la CIL es que a lo largo de muchos años de práctica clínica han llegado y siguen llegando personas a la consulta que han sido diagnosticadas de múltiples trastornos (depresión, TDAH, trastornos de conducta, ansiedad, tlp…) y que presentan como condición de base un CIL que rara vez se refleja en valoraciones o informes y tampoco se aborda de forma específica en los tratamientos.
Sin ser en sí mismo un trastorno, el condicionamiento de base que tiene una persona con CIL va a determinar todos los aspectos de su vida y personalidad; favoreciendo el desarrollo de trastornos psicológicos diversos como consecuencia de las dificultades de adaptabilidad de la persona a un entorno estándar. También va a condicionar la evolución y la efectividad de las intervenciones terapéuticas al uso.
Al igual que otros muchos aspectos en su vida (educación, formación, trabajo, salud, ocio, vida familiar) los tratamientos también habrán de adaptarse.
Es decir, las personas con inteligencia límite no tienen un retraso mental, pero tampoco disponen de unas habilidades cognitivas y personales para enfrentarse a las exigencias del entorno como cualquier otra persona. La CIL comporta, en la mayoría de los casos, un desajuste social, provocado principalmente por la falta de adaptación al entorno. Podemos decir que las personas con este handicap no están hechas al entorno que los rodea (demasiado competitivo, exigente, rápido…) ni el entorno está hecho para las personas con inteligencia límite.
Debido a este desajuste se pueden desarrollar con el tiempo problemas emocionales, conductuales y de autoestima que en algunos casos llevan a conductas impulsivas y / o autodestructivas similares a las que aparecen en una persona con tlp. Conviene diferenciarlos ya que sus necesidades y evolución serán diferentes.
Las personas con un CIL reciben, en la mayoría de los casos, la educación primaria en una escuela ordinaria, con las adaptaciones correspondientes. Pero es en la educación secundaria cuando se encuentran incapaces de seguir el ritmo académico y tienen que entrar en el circuito educativo para personas con necesidades educativas especiales. En este momento, tanto los mismos adolescentes como sus familias, tienen que hacer frente a una realidad muchas veces difícil de entender.
En muchos otros casos, ni siquiera pasan por centros educativos especiales: bien abandonan los estudios sin tener la ESO o les pasan sin el rendimiento necesario y luego encuentran dificultades para realizar cualquier estudio normalizado.
En general suelen estar y sentirse desubicadas en diferentes contextos. A menudo se han sentido rechazados por los iguales de la escuela ordinaria y tampoco se han sentido bien cuando han llegado a un centro adaptado, donde se encuentran con personas con limitaciones mayores. Es frecuente que en la adolescencia aparezcan dificultades de interacción social, viéndose afectada la autoestima y el bienestar emocional.
Las personas con inteligencia límite viven generalmente a lo largo de su infancia y adolescencia más experiencias de fracaso que de éxito, y esto conlleva que en muchas ocasiones eviten enfrentarse a situaciones en las que corran el riesgo de equivocarse. La vivencia de experiencias personales que ayudan a cualquier persona a crecer y madurar se ve limitada. La autoestima es muy frágil, siendo probable que surjan trastornos emocionales o conductuales. Es importante reforzar la autoestima, la autodeterminación, las habilidades sociales y la capacidad de tolerar frustraciones. Hay que apoyar a la persona e intentar no sobreprotegerla o decidir por ella.
¿Qué dificultades son habituales en una persona con CIL?
Dificultades persistentes para adaptarse a las exigencias de la vida adulta en áreas básicas: autocuidado, autonomía, conducta, relaciones interpersonales, vida laboral, etc…
El proceso de aprendizaje es más lento y limitado (le resultará más fácil aprender conceptos concretos y prácticos que conceptos abstractos y complejos)
El rendimiento escolar es bajo desde el principio y no suele mejorar de forma relevante con ayuda. Pasan con dificultad la enseñanza primaria y rara vez la secundaria.
Puede haber limitaciones en la comunicación, en la comprensión y en la expresión hablada y escrita.
Les cuesta comprender y manejar situaciones sociales complejas acorde a su edad y las relaciones interpersonales se van estancando en un nivel que no avanza hacia la madurez.
Presentan una mayor necesidad de ayuda y supervisión en el día a día (cuidado personal, gestión del dinero, toma de decisiones, etc…) que no es pasajera ni coyuntural.
No pueden asumir responsabilidades propias de la edad y tendrán
dificultas para llevar a cabo tareas complejas o poco rutinarias.
Mayor impulsividad, conductas desadaptativas como mentir y respuestas pasivo agresivas así como dificultad para valorar consecuencias y falta de estrategias de afrontamiento.
Pueden estar más centrados en obtener refuerzos básicos como comida o sexo.
Tendrán mayor probabilidad de ser víctimas y entrar en situaciones de riesgo, sufrir abusos o engaños.
Detección y evaluación:
En las entrevistas clínicas se puede obtener información sobre:
- Dificultades de comprensión oral o escrita
- Dificultades de expresión verbal, escrita
- Antecedentes de fracaso escolar
- Funcionamiento inmaduro, no acorde a la edad
- Tendencia a evitar tareas de cálculo o que requiera esfuerzo a nivel cognitivo
Pruebas psicométricas libres de contenidos verbales: Matrices de Raven, Test de Catell, Benton,
Pruebas completas de inteligencia: Waiss
Valoración de madurez y habilidades sociales y personales:
- Cuidado e higiene personal
- Manejo y orden de sus cosas
- Autonomía personal
- Manejo del tiempo y del dinero
- Conducta social en situaciones cotidianas
- Rasgos adaptativos de personalidad
- Relaciones interpersonales
- Entrevistas familiares
Aspectos a valorar:
Autosuficiencia:
- En las comidas
- Higiene
- Vestido
- Movilidad
- Salud
Nivel de actividad
- Habilidades motrices
- Tiempo libre
- Ejecución de tareas
- Manejo de distintos objetos / herramientas
- Manejo del tiempo ( organización, puntualidad )
Capacidad de comunicación
- Verbal
- Manejo del dinero (saber si un cambio al comprar es correcto)
- Manejo de las horas y las medidas
- Lecto escritura
Adaptabilidad social
- Tomar iniciativas
- Manejo dinero
- Ayuda en casa
- Cortesía
- Poder comprar de forma autónoma
- Desplazarse
Aspectos de personalidad
- Adaptabilidad
- Temperamento
- Honestidad
- Sinceridad
- Receptividad
- Aceptación en grupo
- Relaciones sociales
- Capacidad de Colaboración
- Necesidad de Llamar atención
- Actitud hacia el trabajo
Trastornos asociados:
- Trastornos de aprendizaje
- Epilepsia
- Síndrome alcoholismo fetal
- Trastornos de Conducta
- TDAH
- Trastornos ansiedad, depresión
- Trastornos de personalidad
Tras la valoración, el momento y la forma de transmitir y explicar esta problemática a la persona afectada y a su familia resulta complejo: hay que poder explicar bien lo que significa y no hablar sólo de un CI bajo. Esto lleva a interpretar que “la persona es tonta” y genera un rechazo, también por parte del entorno a aceptar que su familiar tiene un déficit intelectual.
¿Cuáles pueden ser las causas del CIL? Factores etiológicos
Las influencias nocivas sobre el sistema nervioso (SN) durante el período de gestación generan diversos grados de retraso en el desarrollo cognitivo, que pueden oscilar de leves a graves. En los casos leves, los que se ubicarán dentro del CIL, es difícil identificar de forma evidente la causa; pero se han detectado factores de riesgo como:
lesiones cerebrales, factores prenatales (consumo de alcohol u otras drogas durante embarazo, irradiaciones intrauterinas, intoxicación por plomo o mercurio, infecciones intrauterinas, trastornos genéticos, trastornos del desarrollo neurocognitivo) y peri natales (bajo peso al nacer, prematuridad, displasia broncopulmonar…), epilepsias, trastornos específicos del aprendizaje (dislexia, discalculia, trastorno del aprendizaje no verbal, trastornos generalizados del desarrollo, síndrome de Asperger, otros trastornos del desarrollo
Niveles de intervención:
Como hemos señalado, la ayuda ha de ser integral y amplia e incluir varios ámbitos:
Socio-laboral: Reconocimiento específico (certificado disminución), medidas formativas y laborales adaptadas /protegidas, vivienda, ocio, etc…
Psicológica: Tratamiento adaptado de patologías asociadas, desregulación emocional y conductual, entrenamiento en habilidades que mejoren su calidad de vida etc…
Familiar: Psicoeducación, aceptación, mejora de la comunicación, planificar metas realistas y acompañamiento a largo plazo
Psiquiátrica: Tratamiento farmacológico si procede en caso de ansiedad, impulsividad, síntomas depresivos reactivos.
Legal: Tutorizaciones, protección de cara al futuro sin los padres.
La Inserción laboral: La entrada al mundo laboral está llena de desengaños. A pesar de que la mayoría de personas con CIL que lo solicita puede llegar a tener reconocido un 33% de disminución; se hace más hincapié en otros problemas asociados como problemas de conducta o emocionales que al problema estructural de base. Esto dificulta el acceso a los recursos sociales destinados a las personas con disminución y también dificultades para insertarse en el mercado laboral.
El primer paso para poder seguir un circuito laboral protegido es tener un certificado de disminución de al menos un 33%. A través de los profesionales que traten a la persona o los servicios sociales a los que esté vinculada, se puede buscar un dispositivo de inserción laboral que facilite el acceso a empresas que ofrezcan puestos de trabajo protegidos. Es importante estudiar cada caso en particular y buscar la orientación que más se ajuste a sus posibilidades reales.
Una de las dificultades que se dan es que la persona intentará dar una imagen de aparente competencia, se pondrá listones poco realistas. Le costará reconocer sus dificultades y por lo tanto pedir ayuda y aceptarla. Esto requerirá un trabajo previo junto con la familia y los dispositivos de inserción.
La evolución y la integración social de este colectivo va a depender del apoyo social y familiar. La familia puede mediante su comprensión, protección y soporte, modificar las oportunidades de integración de estas personas sin olvidar a la propia persona, que tiene que ir decidiendo y configurando sus metas.
Se necesitan en general más dispositivos que reconozcan el CIL y no solo los trastornos asociados y que puedan ofrecer un acompañamiento a largo plazo en todos los ámbitos de intervención mencionados arriba.
Direcciones de interés:
ACIDH: www.acidh.org
ADISLI: aisdisli@feapsmadrid.org
ANILIA: avantecampello@hotmail.com
Fundación Picarral (fundacionpicarral.org)
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