Si no has leído nada acerca de la película, comienzas a verla con un cierto escepticismo. Quizá la mayor seguridad son las nominaciones que acapara para los Oscars.
Trata del proceso de negociación que llevaron a cabo Walt Disney y la escritora Pamela Lyndon Travers, para que finalmente su libro ,»Mary poppins», fuera convertido en película. Describe dos personajes empecinados, Walt Disney que había construido un imperio, seguro de si mismo y tenaz , deseaba cumplir la promesa que había hecho a sus hijas de que adaptaría la novela a la pantalla y la Sra. Travers que, tras veinte años de resistencia y sólo por dificultades financieras, había accedido con un ánimo encontrado a permitir tal adaptación, dado que la novela reflejaba elementos de su propia vida cargados de emocionalidad y no podía permitir que algo tan íntimo se convirtiese en un espectáculo superficial y consumista.
Esta película se puede desgranar desde diferentes ópticas: la sociedad americana y la sociedad inglesa, la relación paterno filial, el imperio de Disney, comedia-tragedia, la actuación de los protagonistas, Emma Thompson y Tom Hanks…. Pero a nosotros nos interesa destacar, sobre todo, lo cercana que se encuentra a un proceso de psicoterapia: dos actores que aparentamente tienen el mismo objetivo (terapeuta/paciente), un presente sobre el que desarrolla la trama (cada sesión de adaptación de la novela) y un pasado y un deseo que está interfiriendo continuamente en el desarrollo del presente. Walt Disney actuaría como el terapeuta que tiene confianza en su proyecto, que conoce de la dificultad de su objetivo, la asume y pone todos los elementos a su alcance para conseguirlo y la Sra. Traves que actuaría como la paciente que accede pero que no está totalmente decidida a cambiar y muestra continuamente una insatisfacción que irritaría a cualquiera, insiste en su punto de vista, se muestra mal humorada y exigente, perfeccionista -diríamos los terapeutas- y para ella sus propuestas están totalmente justificadas. En cada sesión de trabajo de adaptación, ella evoca su infancia y especialmente su adoración por su padre (divertido, cercano, cariñoso, volcado en la familia) y la tristeza cuando éste comienza a beber (inmaduro, irresponsable, fantasioso) y finalmente fallece. El terapeuta, Walt Disney, sólo va a tener éxito cuando comprende la lucha de la autora con sus fantasmas, hay una adulta y una niña….El terapeuta le hablaba a la adulta, pero no terminaba de llegar. Sólo cuando le habla a la «niña» de su deseo más íntimo es cuando puede avanzar. La niña está vinculada a un padre del que vió lo bueno y lo malo, del que disfrutó y con el que sufrió, un padre al que tiene que restituir su valor y al que no pudo salvar….nada es suficiente para reflejar la imagen del padre.
Drama interno e imagen externa. El drama interno está representado por los recuerdos, siguen intactos con la carga emocional con que se vivió…alegría, cariño, conexión, reconocimiento, fantasía, juego y en la otra cara tristeza, impotencia, frustración. La imagen externa es dureza, fortaleza, acritud, distancia, trabajo, exigencia, frialdad, prepotencia.., y en el desván todas las emociones que no pudo expresar. Así finaliza la película….La Sra. Travers en el estreno de la película se permite muchas cosas: participar en el estreno, aceptar el mundo de Holywood, disfrutar del ambiente, dejarse acompañar por el ratoncito Mickey, visionar la película y llorar, mostrar su tristeza, conectarse y exteriorizar lo que siente, dejarle espacio a las emociones y no sólo a las razones.
Recomendamos verla: transmite ternura y frialdad, a veces te ries y a veces te entristeces, otras te alegras y otras te enfadas….La película sabe transmitir muy bien la dualidad interna de la escritora. Es una película para «vivirla» y no sólo «verla». Muy cercana a la vida de cualquiera, nos puede permitir ir más allá.
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