Definir el concepto de identidad personal nos remite necesariamente al de personalidad. ¿Son sinónimos?¿ En qué se diferencian ¿ ¿Cómo se relacionan?. Del término personalidad hay diferentes acepciones en función del marco teórico que se adopte, sin embargo hay una concepción genérica que es común a cualquier teoría que intente explicarlo. Se considera la personalidad como una estructura compuesta por diferentes elementos que dotan al individuo de unas características propias y distintivas de las de los demás. Uno de los elementos integrantes de la personalidad es la identidad.

La identidad se define como la imagen que la persona elabora o construye (de si mismo) (de esas características propias y distintivas, es decir, de su personalidad). Los términos “elabora” o “construye” indican que es el resultado de un proceso de reflexión (pensamiento) (cognitivo) en que una persona piensa acerca de si misma y llega a poder autodefinirse de la manera más consciente posible.

Alcanzar la identidad significa:

  • integrar en una única imagen dotada de sentido, coherencia y continuidad las diversas representaciones que una persona tiene de si misma.

  • utilizar esta información unificada para enfrentar el presente

  • y elaborar un proyecto de futuro satisfactorio

Su desarrollo se produce gradualmente, a lo largo de todo el ciclo vital, a través de las interacciones con la personas de nuestro entorno familiar, escolar y social, y progresivamente se va haciendo más rica y diferenciada. Implica dos aspectos: la identidad existencial y la categorial o autoconcepto. La primera supone la conciencia de si mismo como una entidad diferente e independiente de los demás, que se adquiere durante los dos primeros años de vida. Y, por su parte, el autoconcepto representa el conjunto de conocimiento, ideas, creencias y actitudes que tenemos acerca de nosotros mismos a nivel corporal, psíquico y social. Se adquiere gradualmente y, si bien a los 3-4 años los niños se autodefinen por características externas como la apariencia física o las actividades, en torno a los 6-8 comienzan a incluir elementos de tipo psicológico y social. Por ejemplo a los 4 años una niña dirá que su amiga es aquella que se sienta cerca de ella y , sin embargo, a los 8 años la palabra amiga implicará compartir algo con aquella persona.

Un momento importantísimo en el desarrollo de la identidad es la adolescencia.

Las profundas transformaciones físicas, psíquicas y sociales que experimenta el adolescente hacen que viva una crisis. La identidad y los modelos creados durante la infancia le comienzan a resultar incongruentes con las nuevas vivencias. No es lo que era antes, pero ahora no sabes que es. Esta crisis se traduce en una situación de vacio de identidad que se ve obligado a resolver respondiendo a la pregunta ¿quien soy yo?. Esta tarea no es nada fácil, ya que va acompañada de ansiedad tanto procedente del propio sujeto, como del entorno en que se mueve que también se encuentra desconcertado con los cambios del adolescente. De cómo la resuelve va a depender su futuro ya que responder a la pregunta ¿quien soy yo?, permite responder a otras como ¿qué hago? ¿qué proyectos tengo?, ¿qué valores me guian?, ¿qué tipo de amigos voy a tener y como me relaciono con ellos? ¿cual será mi profesión?.

El grado en que el adolescente llegue a ser consciente de si mismo determina distintos niveles de desarrollo de la identidad. Gráficamente se pueden representar en una línea continua con dos extremos claramente definidos y una serie de estados intermedios.

Destacamos 4 estadios: identidad lograda, identidad hipotecada, difusión y confusión.

La identidad lograda implica que el adolescente ha tenido éxito, es decir, conoce sus aptitudes, deseos, preferencias, necesidades, valores, inclinaciones… ,en definitiva, sus posibilidades y sus limitaciones. De igual manera estará en condiciones de optar e implicarse en proyectos vitales decididos libremente.

Puede suceder que la persona adquiera una identidad pero no libremente, sino como resultado de presiones familiares. En este caso se ha adquirido una identidad, pero sobre una base tambaleante, es la identidad hipotecada

También es posible que el adolescente experimente más dificultades que en los casos anteriores o necesite más tiempo para autodefinirse. En un nivel leve estaría la difusión de la identidad que se materializa en unas dudas, contradicciones, e indecisiones que hacen preveer más tiempo para resolver la crisis de identidad.

Si, por el contrario, la difusión se hace más intensa, afecta a más áreas de su vida, cuenta con menos recursos para su adaptación o recibe más presiones para definirse, se puede llegar a un estado de confusión en que la persona no tendrá claro quien es, no habrá desarrollado un núcleo básico en torno al cual organizar su vida.

Cuanto más se situe una persona a la derecha de la gráfica, a más riesgos va a estar expuesta: mayor es el vacio de identidad, mayor la ansiedad y más la necesidad de evitarla. El desconocimiento de si mismo va a tener consecuencias de tipo afectivo, cognitivo y conductual.

A nivel afectivo, si partimos de que nuestra forma de pensar condicionará nuestros sentimientos, cuando una persona se vea a si misma sin recursos o con una pauta repetitiva de fracasos o sin saber que decidir o insatisfecha por las decisiones que adopta, es normal que experimente ansiedad, cambios de humor, desgana, desmotivación…, en suma, emociones que podemos sentir todos, pero frente a las cuales carecerá de mecanismos de autocontrol. Por ello es frecuente la aparición de diferentes trastornos psicológicos (depresión, trastorno de ansiedad, anorexia, bulimia…).

Desde el punto de vista cognitivo en el momento en que está borrosa la percepción de uno mismo, también lo va a estar la de los demás y la del entorno. Así un día puede magnificar y sobrevalorar a una persona determinada y, sin haber mediado una situación justificativa, desvalorizarla y rechazarla.

A nivel conductual desarrollará conductas de dependencia frente a la persona o personas que le ofrezcan la guias que necesitan en su vida. Esto le va a poner a merced de cualquier tipo de grupo y de cualquier tipo de conducta que este realice.

El adolescente siempre va a necesitar la ayuda del otro para autodefinirse, pero ¿cómo le podemos ayudar?

  1. Entendiendo la etapa evolutiva por la que pasa y los tropiezos y aciertos que puede tener.
  2. No patologizando comportamientos que son “normales en la adolescencia”
  3. Permitirle, siempre que el riesgo sea asumible, errores y aciertos en sus elecciones
  4. Manteniendo siempre los canales de la comunicación abiertos para que nos pueda comunicar sus dudas y ayudarle a resolverlas o tolerarlas hasta que se resuelvan.

 

Diana Molina Lopez