A todos nos ha pasado. Nos hemos obsesionado con un error que cometimos en una fiesta, enfurecidos por una palabra de un compañero, pensando en una ruptura con la pareja o un amigo. Sufrimos alguna desgracia -grande o pequeña, real o imaginaria- y el dolor o la humillación se mantienen con nosotros durante horas, días o incluso años después.

A Rick Hanson le gusta decir que «La mente es como velcro para las experiencias negativas y teflón para las positivas». Sin embargo la investigación ha demostrado que con el tiempo, nuestras experiencias, pueden cambiar literalmente la forma de nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso, para bien o para mal. Ahora, los neurocientíficos y psicólogos como Hanson están centrándose en cómo podemos aprovechar esta «plasticidad» del cerebro para cultivar y mantener las emociones positivas.

Según Rick Hanson, psicólogo autor del libro «El cerebro de Buda:  La Neurociencia práctica de la Felicidad, el Amor y la Sabiduría», los ejercicios en los que centras la atención en tus sensaciones corporales (por ejemplo, hacer yoga, Tai Chi, bailar, centrar la atención en las respiración) o bien los de meditación activan una parte del cerebro llama «ínsula». La investigación ha demostrado que esta se vuelve más gruesa debido a que las neuronas hacen más y más conexiones entre si. Este fortalecimiento de la ínsula permite que la persona sea más  consciente de ti mismo y también le ayuda a ser más empático con los demás. 

Pero ¿Por qué la tendencia a quedarnos con las emociones negativas? Nuestro cerebro ha desarrollado el llamado «sesgo de negatividad». Por ejemplo, hay un estudio de la Universidad de Washington de John Gottman que muestra que son necesarias como mínimo cinco interacciones positivas para compensar una negativa. O dicho de otra manera, una interacción negativa es cinco veces más importante que una positiva. Esta tendencia a retener y grabar lo negativo se desarrolló por una cuestión adaptativa. Para nuestros antepasados detectar los estímulos negativos era crucial para sobrevivir. Sabemos que las experiencias negativas se registran instantáneamente y se almacenan en los que se llama «memoria implícita» que almacena  no tanto el recuerdo de los acontecimientos, -como lo que hice en mis vacaciones de verano- sino más bien la sensación de haberme librado de algo. Ese banco de memoria implícita se sombrea de una manera más oscura y oscura por el residuo lentamente acumulado de experiencias negativas. Para contrarrestarlo, necesitamos crear activamente memorias implícitas positivas que equilibren lo negativo. 

Y  ¿Cómo se puede hacer eso?. Rick Hason señala tres pasos. El primer paso es convertir los acontecimientos positivos en experiencias positivas. A lo largo de un día muchas cosas buenas ocurren en nuestra vida cotidiana que casi no notamos en absoluto, y si lo hacemos, no lo sentimos. Así que tenemos que pararnos a «darnos cuenta de que nos ocurren cosas buenas«. 

En segundo lugar, realmente saborearlo. En otras palabras, la forma de recordar algo es hacerlo intenso y duradero, sentirlo en el cuerpo. Así es como les damos a las neuronas la oportunidad de conectarse entre ellas, permitiendo ………mucho tiempo para disparar juntas y que empiecen a conectarse juntos. 

El tercer paso es sentir e intentar que esta experiencia positiva se hunda en ti y se convierta en una parte de ti. En otras palabras, se convierta en tejidos, en la estructura de tu cerebro y de tí mismo. Así en lugar de darte cuenta y sentirse bien por un par de segundos, quédate con esa sensación. Disfrútala, disfrútala, durante 10, 20 o 30 segundos, de modo que realmente se comience a desarrollar la estructura neuronal

Por último, en la vida de cualquiera de nosotros suceden cosas que son dolorosas y difíciles. Por ejemplo, en un nivel físico, todos estamos expuestos al envejecimiento y la enfermedad y la muerte, y al ser animales intensamente sociales que aman, también estamos expuestos a la tristeza cuando las personas que amamos mueren o están sufriendo. Cuando estamos en una situación que nos amenaza de una forma u otra se activa la respuesta al estrés, de «lucha o huida» del sistema nervioso. Por ello  es  muy importante que aprendamos a activar la parte parasimpática del sistema nervioso. En la medida de lo posible, intentar hacer  respiraciones profundas, calmarse, imaginar que se está a salvo, o lo más seguro posible, trayendo a la mente otros recursos, recordando a sí mismo que ha pasado a través de estas situaciones en el pasado y no ha pasado nada y recordar las emociones positivas que son el antídoto a todo lo que ha ocurrido. Es engañosamente simple, pero si uno hace esto unas cuantas veces todos los días, y con cosas pequeñas, se pone en disposición de hacer un cambio permanente en su sistema nervioso.