Para que una persona sea diagnosticada con el trastorno de límite de la personalidad puede pasar mucho tiempo. No sólo tienen que lidiar con ello sino que también deben de tener mucho cuidado con lo que el resto de las personas dicen, comentan o piensan de ellas.

Cuando alguien sufre de este trastorno, todo es 100 veces más intenso y por ende aquellas emociones que parecen pequeñas, y que no deberían de abrumarnos, lo hacen y con una intensidad tan fuerte como incontrolable.
Si conoces a alguien que está luchando día a día para controlar y sobrellevar su trastorno de límite de la personalidad seguramente hayas notado sus cambios de humor, sus reacciones muchas veces irracionales y sus comportamientos completamente impulsivos.
La gran mayoría de estas personas son conscientes que están actuando mal, pero no pueden contener ese estallido que aparece de un momento a otro.
Si bien todos contamos con una parte racional y otra parte más emocional/irracional en nuestro cerebro, es muy difícil saber exactamente cómo manejar cada una de ellas y qué decir en cada momento. Cuando una persona con trastorno de límite de la personalidad se enfrenta a su parte emocional o irracional lo que sucede es que su parte racional queda completamente bloqueada y por ende no es posible saber qué decir ni hacer al respecto.
Decirle a una persona con trastorno de límite de la personalidad que se tranquilice no servirá de nada justamente por todo lo anterior que hemos explicado, que hace que sea realmente casi imposible contener. El efecto siempre será el contrario y lo único que hará la persona es incentivar a que ese “estallido” o mal humor se establezca mucho más fuerte y constante.
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