La ansiedad es un estado de activación que todos los clínicos sabemos que está presente en la mayoría de las dificultades e inadaptaciones psicológicas.

Hay muchas personas que consultan directamente por su “ansiedad”. Reconocen su nerviosismo diario por temas no resueltos que les hacen estar preocupados, alertas, obsesivos o bien tienen un miedo muy concreto (a volar, al metro, a situaciones sociales, etc.) que les genera una activación y una incomodidad. Para no sentirla que para no sentirla evitan esas situaciones, viendo como su vida se va limitando poco a poco.

A esta le voy la llamar la “ansiedad transparente” porque se muestra tal cual, la persona la sabe nombrar, quizá no le llama ansiedad (este es un término del ámbito profesional) y le puede llamar miedo, preocupación, inquietud, nervios.

Los trastornos de ansiedad se producen tanto en los adultos como en los niños. Según El Instituto Nacional de Salud Mental (National Institute of Mental Health), en los Estados Unidos cerca del 18 por ciento de los adultos y el 25 por ciento de los adolescentes de 13 a 18 años experimentarán ansiedad en alguna etapa de sus vidas. Además, aproximadamente el 4 por ciento de los niños y el 6 por ciento de los adolescentes tienen trastornos de ansiedad clasificados como severos.

Como sigues haciendo tu vida e intentas tener la máxima normalidad cuesta creer lo que la ansiedad transparente “te hace hacer o dejas de hacer por ella”. Hay consultantes que dicen ¿la taquicardia es por ansiedad?, Cuando me cuesta respirar y me tengo que parar ¿también?, y ¿esa sensación de mareo y esas ganas de vomitar también son por ansiedad?. Pues, sí, muchas de estas sensaciones que intentas disimular son ansiedad y las que te hacen sentir frágil y diferente también lo son.

También queremos hablar sobre esa otra ansiedad que se ha desdibujado con el tiempo, que de tanto estar presente ha dejado de estar y que ha dado paso a una forma estable de comportarte, que se ha hecho “casi tuya”. Resulta paradójico, esa amiga/enemiga que no te gusta, pero no te abandona (¿será porque tiene alguna utilidad?), de la que protestas, pero no sabes cómo deshacerte.

A esta la vamos a llamar “opaca” porque la persona ya no consulta directamente por inquietud o activación excesiva, sino por desregulaciones conductuales. Por ejemplo: atracones, no comer y verte gorda (trastornos alimentarios), tomar sustancias con frecuencia (trastornos por uso de sustancias), pasarte el tiempo libre en el sofá con ganas de morirte e intentos de suicidio (depresión), relacionarte sólo con personas de confianza (fobia social).

La persona consulta por todo lo que pierde. En estos casos hay un sufrimiento, y le dices “eso que a ti te pasa tiene un nombre y tenemos que tratarlo”. Y entonces el tratamiento ha de ayudarle a aceptar el nombre de lo innombrable, a comportarse de forma diferente, a acompañarle en su dificultad, a no presionarle y hacerse colaborador de sí mismo y formar un equipo con el profesional.

Algunas personas se han adaptado al sufrimiento. Con Mayor o menor malestar la persona ha decidido que “así puede ir tirando”. Ha hecho renuncias, pero “ya, a estas alturas, con la edad  que más da” o “por el tipo de vida que llevo ya no aspiro a nada más”. No obstante, sus argumentos a veces tienen grietas y ahí se cuela un flash de conciencia que le dice “igual puedes cambiar”. Aquí la ansiedad es “es opaca”, pero de vez en cuando entra un rayo de luz.

En un extremo se encuentran personas que no tienen nervios o muy pocos, pero les duele la espalda, no pueden dormir, tienen reflujo estomacal o se notan síntomas físicos que les hacen frecuentar al médico de cabecera porque no entiende que le pasa a su cuerpo. Sin duda, aquí la ansiedad opaca se muestra en un grado significativo y es el cuerpo el escenario.

En otros casos más graves la persona ya no viene por iniciativa propia sino por la de los familiares que le insisten en que, aunque dice “estar bien”, no salir de casa y haber perdido el contacto con los amigos no es sano.

La persona ha elaborado toda una construcción mental que explica y justifica lo que le sucede (“la sociedad es injusta y nada vale el esfuerzo”) y detrás de la cual se atrinchera.

En este caso predominan patrones de pensamiento y acción que han conseguido acallar la ansiedad original y la persona se siente fuerte desde sus convicciones y así te las transmite. Aquí observamos desadaptación elevada, falta de conciencia y mucha dificultad para cambiar, ya que estas “defensas” ya son su personalidad y el mejor medio que ha encontrado para vivir en su sin vivir.

Y tu ansiedad ¿cómo es?