¿Qué es la autoestima?

La autoestima vendría a ser el resultado de cómo valoramos, cómo nos sentimos y qué imagen tenemos respecto a nuestras aptitudes, competencias, aspecto físico, vida laboral, social, afectiva e integridad moral. Este “recorrido” sobre nosotros mismos iría desde lo más íntimo e interno (autoaceptación) a lo más externo (red social).

Podríamos decir que nuestra autoestima se sustenta en cuatro “patas o columnas”: Autoaceptación (de uno mismo como persona), autoconfianza ( en mis capacidades, habilidades, logros etc…) habilidades sociales ( saber gestionar y mantener todo tipo de relaciones) y red social ( contar con familia, amigos y amor satisfactorios ) 

 

También es el resultado de la constancia y estabilidad con que somos capaces de mantener esa valoración e imagen sobre nosotros e irla ajustando a la realidad sin dejarnos llevar demasiado por éxitos, fracasos u opiniones de los demás.

Cuando estas valoraciones están muy sesgadas, son inconsistentes, cambiantes o dependientes de fatores externos, aparece un problema generalizado de autoestima.

Muchas veces se cree que la autoestima depende de un solo aspecto: el físico, el éxito social, laboral etc… y no solemos tener en cuenta todo el conjunto de aspectos que componen la valía de una persona.

Un trastorno generalizado de la autoestima da lugar a otros problemas emocionales, relacionales y conductuales y suele formar una parte central en el desarrollo y mantenimiento de muchos trastornos de personalidad: evitativo, dependiente, narcisista o límite.

 

¿Cuando y de qué forma se pueden originar los problemas de autoestima?

Se comienzan a originar en la infancia y adolescencia y los factores de riesgo pueden ser:

  • Experiencias de invalidación (devaluación o críticas constantes, negligencia emocional, mensajes basados en juicios etc…) en los entornos primarios: familia y escuela
  • La sobre protección de padres o cuidadores
  • El desánimo o el abandono del entorno ante las dificultades
  • La falta o el exceso de límites
  • Las expectativas demasiado altas y de exigencia o demasiado bajas hacia nosotros
  • Situaciones de maltrato o abusos (“Me lo merezco, soy inaceptable…”)
  • Cualquier experiencia real de ser excluido y rechazado (acoso escolar o bulling, ciberacoso, etc…)
  • Situaciones repetidas que generan vergüenza y humillación. 

 

Es muy importante tener en cuenta que un niño, cuando sufre negligencia, acoso, maltrato etc… no lo vive ni procesa como un adulto y no busca responsables o causas en los adultos de su entorno; sino que tiende a proteger a las personas de las que depende y a culpabilizarse a sí mismo de lo que le sucede. Un menor tiende a pensar: “Hay algo malo en mí o he hecho algo mal que justifica que me traten mal” sacando conclusiones como: “no valgo nada” “soy despreciable” “me merezco esto” “tengo que ocultar mis puntos flojos para ser aceptado”etc…Estos pensamientos repetidos van configurando creencias desajustadas sobre uno mismo que se cronifican y retroalimentan dando lugar a una autoestima frágil, inestable y patológica en todos los aspectos.

 

Cuando ocurre esto en una etapa temprana de la vida, la persona, según sea su carácter y sus estrategias de afrontamiento, desarrollará diferentes problemas de personalidad en la edad adulta:

Una persona que sea más sobre regulada tenderá a la evitación, el miedo y la inhibición social al estar convencido de ser siempre inferior al resto y por lo tanto con riesgo seguro de rechazo social. La parte más afectada de su autoestima puede ser la autoaceptación.

Otras personas pueden desarrollar la creencia de que sólo sirviendo y siendo útiles a las necesidades de los demás, estando a la sombra de otros, podrán mantener vínculos interpersonales y no por sí mismos; dando lugar a una personalidad dependiente. La parte más afectada puede ser la autoconfianza y las habilidades sociales.

Otras personas pueden desarrollar una falta de empatía, dependencia extrema al reconocimiento y aprobación externo o necesidad de humillar, someter o utilizar a otros para mantener a flote su autoestima; dando lugar a una personalidad y funcionamiento narcisista. La parte más afectada puede ser la red social y las habilidades sociales.

Las personas con una personalidad límite (tlp), suelen tener una autoestima ambivalente, cambiante e inestable. Oscilan entre verse competentes y exigirse mucho o verse incapaces hasta en lo más básico y necesitar de los demás. La parte más afectada puede ser la autoaceptación y la autoconfianza.

 

¿Qué puede ayudar a las personas que sufren una afectación primaria y grave de la autoestima?

Puesto que las manifestaciones son diferentes, la forma de abordarlo en cada caso dependerá de la estructura de funcionamiento de la persona y del nivel de afectación que tenga en su vida; así como de las emociones que se activen y estén más desreguladas en cada caso. 

De forma más general habrá que trabajar en tres aspectos: 

  • 1- Mejorar habilidades y competencias 2- Aumentar las experiencias positivas con uno mismo y 3- Cambiar esquemas y mitos sobre uno mismo y los demás.

Y de forma más especifica: 

  • Las personas con tendencia evitativa y dependiente tendrán que aprender a regular el miedo y la inseguridad, autoafirmarse y comunicar sus necesidades atreviéndose a tomar decisiones, arriesgar, sentir orgullo sin culpa y aceptar que no son inferiores a los demás y que merecen lo mismo. 
  • Las personas de perfil narcisista tendrán que aprender a tolerar y aceptar sus errores ante los demás, no atribuir la culpa fuera de sí mismos, desarrollar naturalidad, empatía, humildad y ajustarse a sus logros reales sin aprovecharse de otros. 
  • Las personas con funcionamiento límite tendrán que aprender a resolver los dilemas y extremos en los que se mueven y encontrar puntos medios. Aceptar la imperfección, tratarse a sí mismo de forma más justa y cuestionar las creencias que los condicionan.