La soledad es muy hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo.

Gustavo Adolfo Bécquer

¿Qué es la soledad? Según Carmen Alborch en su libro Solas “es un estado de ánimo que posee dos características fundamentales: la incomunicación y la perdurabilidad, que conduce a la ansiedad dolorosa de alguien que reclama el auxilio de quien alivie su sufrimiento”. No es una vivencia de todo o nada, creo que existe en diferentes grados y que todos hemos probado, como el chocolate, las croquetas de la abuela y los zumos de fruta y que a diferencia de todo lo anterior sólo se saborea en algunas ocasiones, cuando es elegida, cuando es un medio para un fin determinado y cuando sabemos que es pasajera.

A los dos meses puede ser aterradora e incluso a los dos años, aunque ya podemos pensar que existe una mami que nos consuela. A los diez es una sensación que ya tiene nombre, pero es eso precisamente “tiene nombre y apellidos”….es que no estamos con tal o cual amigo, es muy concreta y se si se presenta es molesta pero es algo transitorio y fácil de resolver…”si llamas a un amigo podrás quedar con él”. También puede ser que no tenga nombre….que sea sólo una sensación rara….Muchos adultos dicen “yo me sentía muy sola cuando era pequeña” y los padres contestan “no lo entiendo, eras una niña feliz, y nunca dijiste nada”….Claro en esa etapa sólo es una sensación y el desarrollo psíquico y el lenguaje de un niño de esa edad es insuficiente para expresar “eso”. A los 20 y los 30 ya tiene entidad y nombre, es una vivencia abstracta que va más allá de alguien concreto, que duele sentirla y de la que generalmente podemos huir porque tenemos ilusión y nos proyectamos como nos gustaría, tenemos fuerza y deseos, las metas profesionales, académicas y formativas nos los permiten, puede que la huÍda no sea completa, pero “no será porque yo deje de intentarlo”. De los 30 en adelante empieza a tomar vida propia, la realidad se impone, ya vemos que nuestros deseos no siempre se hacen realidad, como esos kilos de más o ese pelo indomable, y lo peor quizá es que pensamos que igual se queda para siempre. Luchamos con todas nuestras fuerzas, pero ya con una cierta armagura de fondo o realismo en el mejor de los casos…comenzamos a decirnos “que no pasa nada, que así también se está muy bien, sola, nadie te impone nada y haces lo que te da la gana”, es decir, intentamos ver la parte positiva. Comienza la etapa de “qué he conseguido, qué quería conseguir”. Es posible que tengamos que reformular nuestro proyecto vital y ubicarte a ti mismo y tus sueños, hacia dentro y socialmente, es decir, hacia fuera. Es la etapa de establecimiento de tu tipo de vida que ya ves que va a tener continuidad. Al final de esta etapa sabes qué decirte y qué decir y estableces todo un estilo de vida con unos ejes propios que ya no cuestionas, sino que aceptas y con los que te identificas. Sobre los 50 ó 60 ya tienes “callo” casi de todo y hasta puedes entender como has llegado donde estás. Es la etapa de mantenimiento y de afianzamiento de tu estilo de vida, te identificas o lo sufres, pero desde la sensación de continuidad o de inmovilidad. Sobre los 70 volvemos a entrar en una etapa dura y aterradora, pierdes fuerzas o aparecen achaques, es posible que te hayas jubilado, que tu pareja no viva o que tus hijos se hayan ido al extranjero….tienes más tiempo y ha habido pérdidas, miras a la gente mayor y piensas que eso es lo que te va a tocar…ver como la vida pasa mientras tu sigues. Eso “ves como pasa” sin poder parar nada y casi sin entender muchas cosas y en otros casos negándote a entender porque todavía te sientes más mayor y más sola, puede aparecer la soledad y la nostalgia y la añoranza de lo que fui….., necesitas contarlo, pero de tanto contarlo ya no hay nadie que quiera escucharlo….Finalmente solos, como cuando comenzamos….”aterrados” pero a diferencia de la primera infancia con “consciencia” y con la capacidad de consolarnos de una u otra manera…..

¿Cómo es la soledad en el TLP? Es una soledad consigo mismo muy intensa, es la incapacidad de consolarse, es la ausencia de un yo interno que te habla y te acompaña.

La soledad no elegida, en si misma, es dolorosa y en el caso del trastorno límite a este dolor se añaden otros: la consciencia de haber destruido las relaciones con las personas que han ido apareciendo en mi vida, la soledad teniendo personas alrededor que te quieren y que no pueden entender lo sola que te sientes y la consciencia de ese self interno que no está o no está siempre que lo necesitamos o que nos habla mal de nosotros y nos recuerda lo que no hicimos o nos asusta por lo que tendremos que hacer, o por lo que los demás piensan de nosotros…En cualquier caso se reproduce una “incomunicación” básica porque sientes que a nadie le ha pasado como a ti e incluso te sientes un bicho raro, porque tu no encuentras las palabras con las que dar forma a tus sentimientos o porque tienes las palabras pero el otro no se lo cree, no lo entiende y le parece exagerado.

Sin querer caer en reduccionismo podemos pensar que esta soledad de la persona límite se empieza a configurar en la primera infancia en las llamadas relaciones de apego. La biología del niño más la forma de las interacciones con la figura predominante (generalmente es la madre) hace que el niño se sienta seguro y se vea a si mismo como digno de ser querido y así interioriza una imagen de si mismo que le permite quererse. Este es el proceso ideal, sin embargo en otros casos el niño desarrolla un apego inseguro y en el trastorno límite el tipo de apego que se da con más frecuencia es el apego desorganizado.

En esta forma de apego el niño no interioriza una imagen buena y fuerte de si misma porque el vínculo es variable: a veces está y a veces no y no tiene seguridad de que es válido para ser querido, se confunde, su mente se hace un lío y le duele mucho estar consigo mismo. Cualquier que sienta las dificultades del trastorno límite y lea esto, verá rápidamente como esta soledad está ligada a la identidad frágil y al vacio Pensamos ¿la soledad del límite es igual al vacío? Probablemente el vacío es algo más amplio y la soledad es una forma de vacío….Probablemente por esto cuesta tanto suavizarla, no es imposible pero si es costoso.

¿Cómo suavizarla? Daremos algunas ideas que provienen de la Terapia Dialéctica Conductual.

  • Es trabajar con la emoción que hay de fondo, tristeza, y no dejar que crezca, no alimentarla más de lo que ya está.

  • Pensar y valorar que tipo de actividades nos permiten sentir emociones alternativas y relacionarnos con los demás.

  • Detectar y trabajar para reducir todo aquello que hacemos derivados de la soledad/vacío que incrementa nuestra sensación de bicho raro, incomunicación y aislamiento. Aquí tenemos todas las conductas impulsivas como conductas autodestructivas, consumo de susbtancias, sexo impulsivo, atracones de comida.

  • Reducir nuestra dependencia de los demás y saber que la sensación de soledad sólo se hace soportable si cuando la sentimos no la juzgamos y la toleramos. Si nuestro patrón habitual es recurrir a los demás, nos ponemos en una situación de fragilidad que nos dará la sensación efímera de estar acompañados para más adelante sentirnos solos y de nuevo frustrados.

 

Destacamos que nuestro objetivo no ha de ser ambicioso, sólo “suavizarla” y por eso algunas sugerencias sobre estas notas. Utilizando la acertada metáfora de un gran luchador y paciente, C.P, “seguir estas notas puede ser tan complicado como seguir las instrucciones de montaje de IKEA”. Por eso recomendamos “centrar la atención, no juicios, actitud de aceptación, no ser ambiciosos y PRACTICA, PRACTICA, PRACTICA, como dice la DBT (Terapia Dialéctica Conductual).