¿Os ha pasado? Haber sentido una emoción muy fuerte como ira o culpa que te invade y  te impide controlar lo que dices o haces, dañándonos a nosotros mismos o a los que nos rodean. 

«Actuamos como juguetes de cuerda, chocando repetidamente contra las mismas paredes, sin darnos cuenta de que puede haber una puerta abierta a nuestra izquierda o a nuestra derecha», escribe Susan David, psicóloga de la Escuela de Medicina de Harvard, en Agilidad Emocional: Quedarse pegado, buscar el cambio, y prosperar en el trabajo y la vida.

Su libro es una guía de las emociones más difíciles de la vida: no cómo evitarlas, sino cómo aprender a moverse a través de ellas. Si tenemos el coraje de hacer esto, ella argumenta, vamos a cultivar relaciones más profundas y una vida más auténtica.

Cuando nos quedamos atrapados, es decir, en el bucle de una sensación particularmente desagradable, hay algunos elementos comunes, escribe David.

La mente de los monos: Hemos entrado en una cascada de arrepentimiento por el pasado, preocupación por el futuro, o juicios sobre nosotros mismos.

Ideas antiguas: Estamos repitiendo viejos pensamientos y comportamientos que ya no encajan en la realidad actual, como «Siempre me ahogo en situaciones importantes» o «No soy lo suficientemente buena para él».

Rigidez: Nuestra necesidad de estar en lo correcto lleva al conflicto con los demás, más que a la aceptación y la solución.

Culparnos por actuar de determinada forma: Debido a que pensamos ciertas cosas – «Siempre me trata mal» – nos sentimos obligados a tomar ciertas acciones, como enfadarnos con aquella persona y no reconocemos que podríamos elegir un camino diferente.

Además la manera en que lidiamos con sentimientos negativos a menudo sirve para mantenernos atascados. 

Algunos de nosotros embotellamos nuestras emociones, tratando de ignorarlas y olvidarlas. Otros reviven sus sentimientos una y otra vez en su cabeza, no generando nada positivo, simplemente reviviendo el dolor de una forma obsesiva. Finalmente otros, a veces inspirados por la industria de la autoayuda, respondemos a las emociones negativas forzándonos a ser positivos. «Esto no es nada», o «Debería sentirme agradecido por todo lo que tengo». Sin embargo, tratar de razonar nuestras emociones negativas y sentirse bien todo el tiempo puede ser perjudicial para nuestra salud mental.

David llama a estas respuestas malsanas «enganchadas». Los sentimientos nos han enganchado, de una forma u otra.

Para deshacernos, primero debemos reconocer el gancho, es decir, «darnos cuenta de….»  y a partir de ahí, aceptar nuestros sentimientos, explica David. En un estudio, por ejemplo, los investigadores encontraron que los fumadores tenían más éxito en dejar de fumar después de participar en un programa basado en la aceptación, la observación y la separación de sus antojos.

Otras investigaciones muestran que las personas con alexitimia -que les cuesta reconocer y  expresar sus sentimientos en palabras- tienen una salud mental más deficiente, trabajos y relaciones menos satisfactorios y más dolores y molestias. 

También debemos intentar comprender lo que los sentimientos nos dicen: lo que podemos aprender acerca de nuestros deseos, fronteras o necesidades. David relata una época en que ella viajaba por trabajo y, solo en una habitación de hotel de lujo, comenzó a sentirse culpable por dejar a su familia. En lugar de engancharse por la culpa y sofocar sus sentimientos con el servicio de cinco estrellas en la habitación, decidió hacer una pausa y aprender de ella: recordar y pensar cuánto valora el tiempo con sus seres queridos, y volver a comprometerse a priorizarlos.

Una forma de tener alguna perspectiva sobre un sentimiento difícil es usar el lenguaje para decir: «Tengo la idea de que soy una mala madre» o «Estoy teniendo la emoción de … vergüenza». De alguna manera, poner nuestros sentimientos en palabras les da menos poder, «poner nombre a lo que sentimos»  nos permite mirarlo desde fuera como si vieras lo que un amigo dice de si mismo y relativizarlo.

Cualquier de estas acciones no eliminará de raíz nuestros sentimientos negativos y que no volverán jamás, pero estaremos más preparados si lo hacen. La agilidad emocional nos prepara para prosperar en la vida, argumenta David. Las emociones negativas pueden ser pistas de nuestros valores más profundos, y las maneras en que nos hemos salido de nuestro camino. La soledad nos recuerda la necesidad de la relación con los demás y buscar tiempo, por ejemplo, y la ansiedad puede significar que hemos asumido demasiados proyectos. Una vez que hemos identificado estas inconsistencias, podemos hacer pequeñas correcciones de rumbo para que nos dirijan en la dirección correcta: establecer una cena semanal con amigos, por ejemplo, o decidir «decir no» a determinados compromisos.

(Traducción del texto extraído del libro «Agilidad mental» de Kira M. Newman)